En un universo alterno al de los humanos, conocido entre los seres espirituales como el "Hueco Mundo", un lugar desolado rodeado por un extenso desierto y cernido sobre él un eterno manto de oscuridad, habitado además por las criaturas conocidas como Hollows, los eternos enemigos de la Sociedad de las Almas y de sus legiones de Shinigamis. Pero aquel día algo pasaba dentro de su más grande edificación que se alzaba imponente sobre aquel desierto, de blancas paredes que parecían imbuirse de luz propia y de un techo negro rodeado por una barrera casi imperceptible para débiles de poder espiritual, un lugar que era digno del nombre que ostentaba. Ese lugar era y es conocido como Las Noches, la morada de los Hollows más importantes y poderosos del Hueco Mundo que eran conocidos como Arrancars.
Aquella imponente torre en esos mismos instantes era asediada por los Shinigamis en aquellos momentos, teniendo estos últimos una clara ventaja en numero, aunque la batalla era muy igualada por ambos bandos. Sin embargo, uno de ellos no participaba abiertamente en ella y se ocultaba en las sombras de una oscura habitación del palacio enemigo, como si de su propia casa se tratara.
Aquel hombre sin duda alguna era muy diferente al resto de sus compañeros, teniendo este un helado corazón de hielo y un aura tan malévola que los propios Hollows, o inclusive pudiera ser que su energía fuera de una tonalidad mucho más oscura que la de ellos.
Aquel hombre no compartía sentimiento alguno de compañerismo y sólo actuaba para su propio beneficio, veía tanto a sus hermanos como a sus enemigos como meras herramientas o juguetes dispuestos a ser utilizados por él. El nombre de aquel sujeto era Kan, un Shinigami de la Sexta División o al menos, esa era su fachada para permanecer en el mundo de los Shinigamis hasta que ya no le fuera de utilidad estar en el. Mientras él acataba las ordenes que se le daban este podía hacer lo que quisiera oculto entre las sombras, esperando el momento preciso para actuar a su favor si veía la oportunidad de hacerse con algo que le beneficiara. Ante su vista, la Sociedad de las Almas tan solo era su parque de atracciones particular.
Es más, había sido él quien había provocado aquella guerra entre Hollows y Shinigamis, para así conseguir un preciado objeto que se encontraba en las más profundas cavernas del Hueco Mundo del cual se había enterado de su existencia por mera casualidad cuando revisaba los archivos obtenidos por la computadora central de la Duodécima División. Aunque en su camino, un estorbo se interponía.
Cuando él ya había entrado en la mazmorra principal de Las Noches que resguardaba aquel valioso objeto, un Reiatsu desconocido se hizo presente en el momento en que se disponía a comenzar su búsqueda del mismo entre los escombros. Era un Arrancar, posiblemente rezagado de la guerra que había sentido su Reiatsu que descuidadamente Kan no había ocultado. Un pequeño error, tan sólo era eso... un minúsculo contratiempo del cual se encargaría de inmediato, antes de que el Arrancar alertara a los suyos de su presencia.
El eco metálico de sus palabras se hizo presente y muy sonoro, a lo que Kan ignoro por completo. No le interesaba en lo más mínimo lo que un pequeño conejillo de indias como él fuera a decirle, tan sólo se quedo quieto de espaldas al Arrancar, esperando que diera la iniciativa de lo que sería un inminente combate entre el habitante del Hueco Mundo y el Shinigami, que no tomaba en serio al primero. Para él, aquel Arrancar no era más que un estorbo que se cruzaba en su camino y que debía ser eliminado lo antes posible, antes de que se convirtiera en un problema mayor.