No podía ser diferente a eso, la luz apenas se colaba por la ventana de aquella habitación, la cama inmaculada siempre se mostraba igual, pocas e incluso nulas eran las ocaciones en que su dueña se acostaba en ella... parecía que dormir era lo último que le interesaba a la Vizard que ocupaba aquella zona de la fabrica, tres habitaciones habían sido tomadas por aquella mujer, la primera su recamará donde la sobriedad y orden eran imperantes. Los pisos recubiertos por alfombras oscuras contrastaban con los muros de color blanco apenas adornados aquii y alla por algunos libreros donde libros de todos los tamaños y formas mostraban sus lomos en variados idiomas.
Hacia el este, junto a la ventana un comodo sofa era el lugar favorito de la guerrera, ahi era donde gastaba sus horas de libertad, devorando algun libro o simplemente ante el ensimismamiento de sus ideas.
Hacia la derecha se mostraba una pesada puerta, la cual cerrada con un simple cerrojo daba paso a una habitacion un tanto diferente de la primera, mesas repletas de objetos extraños, libros y sustancias, era mas un laboratorio que una sala de estar, la luz apenas era requerida, tal parecia que su adorno principal eran las sombras.
Mas alla, oculto tras algunas colgaduras y demas mueblajes apenas era perceptible una segunda puerta, esta se hallaba libre aparentemente de cerraduras, mas una poderosa atadura protegía los misterios que la Vizard escondía en aquel lugar. Nunca nadie había traspasado aquel umbral... y esperaba que nadie lo hiciera...
Como fuera, aquel era un día sumamente apacible, recostada en su sofa miraba con distracción por la ventana como si esperace algo... sobre sus piernas abandonado un libro que miraba de vez en vez escrito con letra pequeña y pegada despedía un aroma antiguo y picoso...